lunes, 14 de julio de 2014

Ceuta: las primeras impresiones.

Las primeras impresiones al llegar a una ciudad nueva, cambian una vez te has asentado en ella. Por eso, cuando estás realizando un trabajo de investigación basado en una metodología cualitativa, el cuaderno de campo se convierte en tu gran aliado. En él, se ha de escribir lo que observas en tu nuevo entorno día a día, para no perder ni un ápice de información. Así, puedes saber qué tipo de datos que has recogido pueden ser discriminados, ya que otros que en apariencia no eran relevantes antes, se convierten en la clave para una nueva búsqueda.

Como sabéis, no soy una gran experta, ya que estoy en proceso de aprendizaje, pero así lo hice yo en mi estancia en Tijuana, y me funcionó. Cuando se dispone de poco tiempo y escasos recursos para investigar, hay que agudizar el ingenio y ampliar las miras.   

Desde que salimos de Valencia el 3 de julio de 2014, hemos podido disfrutar de un hermoso viaje por la costa mediterránea, y al llegar a Algeciras, pronto comencé a sentir la emoción de abandonar por un tiempo esta península que tantas penas arrastra en los últimos tiempos.

"La espera".  Bahía de Algeciras.

El 4 de julio de 2014 cogimos el Ferry que cruza el estrecho, sin problema alguno. Al parecer, en agosto es cuando se producen más desplazamientos y se forman largas filas de coches. En nuestro caso, el embarque se hizo con mucha calma. Mientras esperábamos, fueron llegando algunas furgonetas cargados de fardos. Sin duda, eran marroquíes que cruzaban al otro lado para visitar a sus familiares en una época del año muy importante para ellos: el Ramadán.


Cartel de Asociación Cultural de Benzú Ibn Ruchd.

Para nosotros fue una experiencia sorprendente el poder cruzar de un continente a otro, en poco más de una hora. El recorrido es aprovechado por los turistas para tomar imágenes que ofrece la naturaleza. Y lo cierto que no es para menos, especialmente por el espectáculo que ofrecen los delfines cuando persiguen a los barcos y saludan como si quisieran darte la bienvenida.

Iniciamos la operación "Paso del Estrecho".

Y así nos hemos sentido: “Bienvenidos”. Es la segunda vez que piso el continente africano y nuevamente lo hago en Ceuta. Pero hace tanto tiempo ya, que ni me acuerdo, porque era una niña. Una ciudad en 28 años puede cambiar mucho[1].

Ceuta es pequeña, pero ofrece todo lo propio de una ciudad fronteriza: mucho comercio. Pero en ella se respira también aire de “multiculturalidad” vayas donde vayas. El presente convive con el pasado con total normalidad, al igual que lo hacen los velos, las chilabas, los menús de Ramadán, las Mezquitas, y el templo hindú y judío.


Mezquita En Avda. África

Nosotros decidimos alojarnos en la zona de El Morro, donde se pueden encontrar habitaciones por un módico precio, a diferencia del centro. Permanecimos sólo una noche en el Hotel “Entre Dos Mares”, regentado por dos mujeres ceutíes de origen marroquí de constante sonrisa. Cuando entramos en la habitación, en ese momento el almuecín estaba llamando al rezo. Ese día el ayuno acababa a las 21:47, hora en la que comenzamos a escuchar por todos los rincones la alegría de la celebración de tomar alimento entre las familias.


Desayuno Ramadán en el Hotel "Entre Dos Mares".

Al día siguiente, la suerte nos acompañó, ya que aunque existía la preocupación de no encontrar una vivienda que se ajustara al presupuesto para la estancia de tres meses en Ceuta, no tardamos mucho en toparnos con un piso que cumplía todos los requisitos: económico, céntrico y cercano al Instituto de Estudios Ceutíes, entidad con la que tengo suscrito un Contrato de Ayuda a la Investigación por un año. Sin embargo, pronto pudimos toparnos con una triste realidad: la de los desplazados sirios por la guerra acampados en la Pza. de los Reyes, justo dos calles más arriba de nuestra casa.

Cuando llegamos a la plaza para trasladarnos al piso, tuvimos que aparcar el coche en el parking que hay debajo, cerca de los servicios públicos. Tras sacar las maletas, nos saludó un joven apuesto con una jarra llena de agua. Tras él, varios niños. Al salir del parking, pudimos comprender inmediatamente la escena que acabábamos de contemplar. En esa plaza, de tránsito continuado de gente que van a hacer sus compras, están instalados con sus tiendas desde el 5 de mayo de 2014 varias familias de nacionalidad siria, a la espera de que sean resueltos sus expedientes por parte de la Delegación del Gobierno, que les permitirá su entrada en la Península en condición de refugiados.


Pancarta frente a la Delegación de Gobierno

Allí correteaban los niños sirios, los servicios de limpieza desinfectaban la zona a manguerazos, el resto de las personas asentadas movían las tiendas y las ponían al sol…Esa escena la hemos visto todos los días. Y ahí he estado yo, haciendo anotaciones, hasta que por fin he podido hablar con algunos de ellos. En este caso, eran dos de los 4 kurdos que hay en el grupo. Fueron muy amables, pero se te cae el alma al suelo cuando ves que dos personas tan jóvenes, con un gran futuro por delante, han sido separados cruelmente de sus familias y de su vida en Siria por culpa de una maldita guerra. Malditas sean las guerras, las armas, los intereses económicos. Malditos todos.

Campamento de nacionales sirios en la Plaza de los Reyes

Tras el impacto inicial, decidimos recorrer la ciudad para comprender la historia de este antiguo Protectorado. Y por supuesto, tomamos todas las imágenes que pudimos: el Mirador de Isabel II, los restos falangistas de una época pasada, la valla fronteriza en Benzú, el Barrio del Príncipe y la Frontera del Tarajal


Panorámica del barrio del Principe, la Frontera del Tarajal y Castillejos (Marruecos) desde el Mirador del Isabel II.
El día que hicimos la visita a la Frontera del Tarajal, sólo llegamos hasta una rotonda que hay justo antes del puesto fronterizo. Pero ya pudimos observar el tránsito de personas que van a cruzar al otro lado, portando sus fardos con mantas, ropa y todo tipo de utensilios. Y cómo no, también, la presencia policial cobraba enorme importancia.

Hora del rezo en la Playa del Tarajal
Cuando llegamos a la Playa del Tarajal, de nuevo era la hora del rezo. Los hombres estaban lavándose manos y pies en las pequeñas fuentes que hay para los bañistas, y con un simple cartón, se pusieron mirando al mar para hacer sus plegarias. Ésta es una playa tranquila, pero no es posible desde ella el acceso a la valla fronteriza que alcanza el mar. Los carteles de “NO PASAR” que tanto les gusta a las autoridades españolas te disuaden de alcanzar la valla a pie por la playa. 


Playa del Tarajal. Al fondo, la valla fronteriza.

Esa misma escena nos la encontramos en la valla que se encuentra en Benzú, una pedanía al noroeste de Ceuta de gran importancia arqueológica, cuyo paso no está permitido para el tránsito de personas ni vehículos, debido a que por esta aduana únicamente se permite el acceso de las personas residentes en la población fronteriza de Beliones[2].

No estábamos autorizados a pasar.

En la montañosa Benzú, los vecinos conviven con la valla con una naturalidad pasmosa. Al otro lado, en la zona marroquí, hay una finca con cabras, además de algún cultivo, y tras ella, una caseta desde donde ondea la bandera marroquí. Ese día, tuvimos la oportunidad de hablar con sus habitantes, debido al gran incendio que se había declarado en García Aldave, un espacio protegido y de utilidad pública, por su alta importancia ecológica. Mientras, observábamos cómo actuaban los dispositivos de la ciudad que se habían activado para la extinción del incendio.

Valla fronteriza en Benzú e incendio en García Aldave (Monte Tortuga).

Las primeras impresiones han sido buenas. Con claros y oscuros. Pero nos hemos integrado rápidamente. Durante la próxima semana, seguiremos con nuestro trabajo: una visita al CETI, pendiente de ser autorizada, y un desplazamiento y posible estancia en Tánger.

Hasta pronto. Seguiremos observando.




[1] Recomiendo ver el documental “A vista de pájaro” de 1989 (T.V.E.), sobre Ceuta y Melilla.


No hay comentarios: