lunes, 16 de diciembre de 2013

La "Posada sin Fronteras" y los testimonios de las personas migrantes deportadas.

La Valla y la Mojonera nº 258 son testigo de numerosas celebraciones reivindicativas de los derechos de los migrantes.
El día 14 de diciembre de este año, se ha celebrado nuevamente la "Posada sin Fronteras", una reunión anual que se lleva a cabo desde hace ya veinte años en el llamado “Parque de la Amistad”, que divide San Diego, C.A. (EE.UU) y Tijuana, B.C. (México) y que está ubicada en la Delegación Playas de Tijuana. Yo tuve la suerte de participar el año pasado en  la "19ª Posada Sin Fronteras”, cuyo lema era “Compasión: Unidos con los que sufren”. La costumbre es que familiares y amigos se reúnan a cada lado para cantar villancicos navideños y compartir dulces, tamales y champurrado, típicos de las fechas navideñas, así como para escuchar testimonios de personas migrantes deportadas que son atendidas en la Casa del Migrante, el Centro Madre Assunta y por la Coalición Pro Defensa del Migrante, A.C. En el acto también participan estudiantes de la Universidad y representantes de la Iglesia Presbiteriana de la ciudad de San Diego, CA.

En el mismo, se invoca a la misericordia y a la compasión de los legisladores de los Estados Unidos y México, empleando la historia del nacimiento del Niño Jesús como metáfora de la dura travesía que han de vivir los migrantes hasta llegar a un país en el que son tratados como criminales. El acto está cargado de enorme simbolismo, y en él se pretende que se fortalezcan las redes de apoyo a los migrantes a ambos lados de la frontera.


En esta imagen, estoy hablando con Gilberto Martínez, Administrador de la Casa Migrante de Tijuana, B.C. A la derecha, con perilla, el Padre Luiz Kendzierski (quien recientemente dejó su cargo como Director, siendo sustituido por el Padre Pat Murphy) y junto a la valla, con un hermoso recogido, Mary Galván, Trabajadora Social de la Casa Madre Assunta.


En la celebración se recuerdan también a todos los migrantes muertos y desaparecidos durante el año 2012, mediante la lectura de sus nombres por parte de los los presentes[1]. Con posterioridad, se da paso a las personas deportadas para que comiencen a relatar sus casos. En su mayor parte, son mujeres y hombres que viven de forma traumática la separación familiar, y ven cómo está afectando a la vida de sus hijos. Es de señalar que las personas no guardaron en ningún momento el anonimato.



“Viví en EE.UU por 13 años. Mi niña […] está enferma de depresión. La tenía en tratamiento en los EE.UU. Mi niña, (no me da vergüenza decirlo), es gay […]. Traté de cruzar, me agarraron, me hicieron volver. Cuando me detuvieron, dijo la agente delante de todo el mundo: ¡Miren, agarré a una indocumentada!, pero yo lo sentí como si se estuviera refiriendo a una “mosca asquerosa”. Es algo muy difícil pensar que he dejado mi hija allá, y que de ese muro depende la vida de mi hija, porque sé que en cualquier momento puede suicidarse.” (Edith Romero).



Muchas de las familias de migrantes mexicanos son “mixtas” en cuanto a su estatus migratorio, de tal modo que si los hijos tienen nacionalidad estadounidense, la ley no les permite salir del país, debido a que prevalece el interés del menor, generando situaciones de extremo estrés y ansiedad.


“Yo estoy muy triste en estos momentos. No me he podido recuperar, porque en octubre me arrestaron en la ciudad de San Bernardino. Estuve mes y medio, todo por no tener una licencia. Tengo tres hijos allá, y la mayor de 22 años, es una “especial”. Tiene retraso mental (autismo)… No me he podido recuperar de todas las cosas que le pasan a una dentro de la cárcel, y luego, la traen a una para acá, como si fuéramos unos criminales. Además, yo necesito, aunque no sé cómo lo voy a hacer, estar con mi familia. Mi hija me necesita (se pone a llorar…se emociona). […] Mi hija que está enferma, está con una señora que me la cuida. Yo me he sentido a veces desfallecer. Pero yo tengo fe y voy a regresar con ella […]. La persona que la está cuidando, yo le pido a Dios que me la guarde […] está enferma de diabetes, le hacen diálisis. Ayer hablé por teléfono con la Sra., y me dijo: -Yo sólo quiero entregarte bien a tu hija antes de abandonar este mundo-. Pero no sé como lo voy a hacer”. (Irma Mora).



En el acto, que atrae la atención de numerosos medios de comunicación, se cantan villancicos.



Tras la finalización del acto, se distribuye la comida y bebida típicas (en las neveras naranjas y en la cesta) entre los asistentes. He de decir, que todo estaba delicioso, no sé si por el amor que dan estas grandes personas, o porque la comida en México sabe mejor.

Gracias a este tipo de actos las familias pueden rencontrarse, aunque estén separadas por la valla. En el siguiente caso, el testimonio provenía de una persona que se hallaba en la parte estadounidense.

“Tengo viviendo aquí desde que era niña, pero por motivos de la escuela, mi hermana se tuvo que regresar a Tijuana. Hace años que no nos miramos… (Llanto. La voz se le entrecorta). Sólo nos vemos por los agujeros que hay en el muro. Es la primera vez que nos volvemos a ver desde hace mucho tiempo, y pues…esta separación ha sido muy difícil para la familia. Para nosotros no hay Navidades felices, Años Nuevos juntos […]. Nosotros no podemos salir, y estamos esperando a que pueda pasar algo, y nos volvamos a ver, y darnos un abrazo después de dos años sin poder verla. En tiempos de enfermedad no la pudimos acompañar […]”. (Montserrat Ramírez).

Igualmente, las personas afectadas por la deportación aprovechan para poder enviar mensajes a sus hijos a los que hace ya un tiempo que no ven.

“Estoy separada de mi hija. Mi hija colabora con un grupo que apoya a las familias de deportados. Ahora está en Washington, aunque le hubiera encantado estar aquí […]. Pero le quiero mandar un saludo, y decirle que le eche ganas, para apoyar a todos los jóvenes ilegales a que no lleguen a esta situación. Nada más. Se deben mirar las leyes americanas para que no sean tan inhumanas […] (llora…hay aplausos)”. (Ester Morales)


La Valla está llena de mensajes de todo tipo en contra de su existencia.

Pero en el acto también hay participación masculina de los migrantes repatriados que son atendidos en la Casa del Migrante, y quienes cuentan cómo fueron detenidos cuando iban a trabajar. En determinadas ocasiones, la existencia de altos niveles de violencia del Estado del que proceden hace que no quieran regresar allí, a pesar de las ayudas que ofrece el Gobierno.

“Yo tenía 16 años en los EE.UU. Hace 4 días me paró un agente del ICE sin saber por qué. Me bajó del auto, me esposó, y le dije: - yo iba a mi trabajo. No debo nada a la ley de los EE.UU.- Argumentó que andaban buscando a otra persona, y me confundieron con él. No llevaba conmigo mis documentos. Yo tengo mi familia en los EE.UU: mi esposa, mis hijos. Pues aquí estoy, y no sé qué va a pasar con ellos. Yo soy del Estado de Michoacán, y allí hay mucha delincuencia. No me animo a ir para allá. Me quiero regresar, pero…Mis hijos son pequeños todavía, y no pueden regresar. Hablo con ellos. Están llorando. No sé qué va a pasar. Ellos se quieren venir para acá, pero gracias a Dios me recibieron en la Casa del Migrante. Allí nos están dando donde dormir, comida, y hasta ropa. No tenemos nada, no traemos dinero”. (Candelario Cruz).

En definitiva, las leyes antiinmigrantes de los Estados Unidos se está cebando especialmente con la gente trabajadora, cuyo único delito ha sido cruzar al otro lado para poder darle una vida digna a su familia. Cuando son repatriados a México, algunos de ellos incluso llevan aún puestos el uniforme del trabajo que portaban cuando fueron detenidos.

“Fui deportado hace dos días. Iba a mi trabajo, y muy temprano ya estaba inmigración (rompe a llorar) en la puerta de la cosa donde vivía. Cuando salí, la primera pregunta que me hicieron era si conocía a tal persona. Le dije: -No. Aquí no vive nadie.- Y me contestaron: -Ok. Está bien-. Entonces, abrí mi camioneta para ir a trabajar. Y oí a un agente decir: -¿dónde está tu licencia para conducir?- Le dije: -Lo siento, pero no tengo.- Y me volvió a preguntar: -¿entonces, cómo manejas? Puedes matar a la gente si no tienes licencia.- Y le contesté:-pero traigo una “aseguranza [2]”, si yo cometo algún error, la aseguranza es la que va a cubrir algún accidente que yo tenga. Entonces es cuando el agente me dijo que él era hijo de inmigrante, pero que sus padres habían cruzado la frontera con documentos […].Nos toman como […] gente que estamos invadiendo un país. Sin embargo, todo el país americano es de inmigrantes. Las leyes americanas están sacando a la gente trabajadora […] porque no veo a nadie que estén deportando que esté de vagabundo […]. A todos nosotros, los que nos tomaron por sorpresa, es porque íbamos a trabajar temprano. Solamente es ese el error que cometimos: levantarnos temprano para trabajar. Después de unos años, estoy de este lado con la ropa de trabajo todavía. Lo único que llevo es lo que me acaban de dar La Casa del Migrante […]”. (Jesús Salinas).


Estudiantes de San Diego también participan en el acto desde el lado mexicano. Todos los asistentes en los dos lados cantan villancicos junto a la valla como forma de hacer desaparecer virtualmente la Frontera. 

A continuación, en el siguiente enlace podéis ver un poco sobre la Posada de este año 2013: 


[1] Se reparten sobres a cada persona con los nombres de las víctimas o indicando “Desconocido”.

[2] Se refiere al seguro del automóvil.




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